viernes, 29 de julio de 2016

NACIMIENTOS DE LOS ORISHAS OZUN



OZUN                   4 cuarto hijo
Yembo vuelve a quedar embarazada y nace  el cuarto hijo varón llamado Ozun, Oddua como necesitaba alguien responsable que lo ayudara en la tarea que el desarrollaba en el reino, por lo que él decide colocar su confianza en Ozun, el seria la cabeza que siempre razonaría, su misión seria  comunicarle a Oddua todo lo sucedido en el reino en su ausencia, este orisha tenía grandes virtudes era muy sabio, responsable, nace la comunicación, pero también tenía una debilidad de ser hambriento por la comida y se olvidaba de su obligaciones.
Con Ozun Oddua sitio mucho alivio en sus obligaciones de la casa y del reino ya que Ozun siempre estaba dispuesto a cooperar, esta ayuda le dio a Oddua y Yembo  más tiempo libre para ellos, lo cual lo aprovecharon bien y fue al poco tiempo  que Yembo vuelve a quedar embarazada.


NACIMIENTOS DE LOS ORISHAS OSHOSI



OSHOSI                              3 tercer hijo
Al tiempo nace el tercer hijo varón Oshosi, con el vendría a implantarse  reglas a seguir por todo el reino, también seria quien aplicaría  las leyes por las cuales todos tendrían que regirse el mundo de los humanos desde su llegada,  con el viene también lo bueno y lo malo, con la llegada de Oshosi Oddua y Yembo dejaron la tarea de cazar para alimentar el pueblo, ya que esta función se le delego a Oshosi,  es el cazador de la religión y del mundo, es un orisha ágil y rápido. El también vino con el don de ser hechicero para el bien de la humanidad. (Con el nacimiento de Oshosi nace la Justicia y la Hechicería), 


NACIMIENTOS DE LOS ORISHAS OGGUN



OGGUN               2 segundo hijo
Con el tiempo nace  el segundo hijo varón  en ese momento hace erupción el volcán, es donde Yembo aprovecha y decide dar a luz en ese lugar naciendo Oggun (la metralla que suelta el volcán cuando hace erupción), y donde se forman los metales, Oggun es un orisha de carácter fuerte y sanguinario, lo cual se gana el respeto de todos y el miedo, con el nacimiento de Oggun viene cualidades buenas y malas, nace el vicio, la guerra. Los metales y minerales, Oggun es un orisha malhumorado,  violento, solitario, abusador.  Oddua y Yembo resuelven darle a Oggun la misión de ser quien se encargue de la repartición de la comida en el reino. 


NACIMIENTOS DE LOS ORISHAS AGAYU



AGAYU                1 primer hijo
De esta gran unión  nace su primer hijo varón de ellos que lleva el nombre de Agayu, este tiene 2 faceta en la vida, la primera la del sol que al nacer ilumino el planeta, dio el nacimiento de la luz y  el calor necesario al planeta, en esta faceta esta en las alturas y se conoce como olorun, la otra faceta vive dentro de la entraña de la tierra el volcán y se le llama Agayu. Con el nacimiento de Agayu nace el calendario, da la división del día y la noche, las estaciones, los continentes que se formaron en un ataque de furia de este orisha en forma de terremotos y las erupciones volcánicas. Agayu es el primer vocero directo de Olodumare y es el encargado de ver lo bueno y lo malo que hacen los seres humanos en la tierra, su misión es contarle a Olodumare todo lo que sucede,



ORIGEN Y CREACIÓN DE LA RELIGIÓN YORUBA.



En el libro de Cecilio Pérez OBA ECUN que llevar por nombre ITA MITOLOGIA DE LA RELIGION YORUBA, encontramos un análisis específico y organizado de esta religión y de sus dioses (ORISHAS), su nacimiento, vida  y muerte  de cada unos de ellos.
Los yorubas es un pueblo ubicado en el suroeste de Nigeria en África, ellos creen que el pueblo de IFE es el centro de origen de todos los pueblos de la tierra, donde Olodumares (DIOS), ser supremos de los yorubas que controla los destinos de todo ser viviente, el es el omnipotente del universo, regente supremo del reino del cielo y de la tierra,  controla todos los elementos de la vida y muerte de este planeta, fue  donde comenzó su creación divina, es  aquí donde crea el mundo,  al primer hombre ODDUA y la primera mujer YEMBO.
A Olodumare se le conoce también como Olorum (el sol), los afrocubanos lo llaman Olofi (soberano supremo de los cielos).
Olodumare buscaba un lugar de descanso donde crear su reino cuando de pronto apareció una masa nebulosa; al acercarse a ella, noto que tenía las condiciones que él deseaba para su ALAFI (casa de Dios). Es cuando crea la tierra especialmente en la cuidad de IFE, donde comenzó el mundo.
Olodumare (DIOS) crea en el cielo a un ángel tan hermoso, con grandes facultades y dones, a   imagen  semejanza de el mismo, que a todos en el cielo tenia deslumbrados,  este Ángel  llamado Olosi (DIABLO), con el tiempo fue tanto su vanidad que se creyó quera más importante que Olodumare, con el pasar del tiempo fue desarrollando una enorme arrogancia que ya no le consultaba nada a Olodumare. Este hacia lo que se le antojaba, Tomaba decisiones que  de ningún modo le correspondían, cosa que le molesto mucho a Olodumare. (Aquí es cuando nace la arrogancia y la maldad en el reino del cielo)
Olodumare   al ver que ya no le obedecía, es cuando toma la decisión de desterrarlo de los cielos y mandarlo a la tierra, este es el Ángel caído Olosi (EL DIABLO), y le encarga que gobierne la Tierra. Entonces baja OLOSI a la Tierra, y como él era un ser Inmortal y con poderes, el comienza a crear fenómenos, seres mal formados, crea lo que ahora llamaríamos comúnmente Demonios. Entonces Olodumare. lo observa desde su palacio Divino, y se dice a sí mismo, “este Olosi está haciendo estupideces”. Olodumare  le ordena a los Cielos a que le envíen muchos Rayos sobre la Tierra en el área donde estaba OLOSI. Esto fue como una tormenta eléctrica. Este momento fue lo que ahora llamaría la ciencia la creación del mundo o de este planeta. Estos rayos caían sobre OLOSI, pero como él era inmortal, solo sentía dolor, pero no moría. Por su mal uso del poder, Olodumare le dice que él no se podía salir de allí, porque sino el desataría su furia sobre él.
Olosi al ver la decisión de su creador decide hacerle la guerra y destruir todo lo que Olodumare creara. Olodumare decide que su reino necesitaba moradores que se multiplicaran, fue entonces que decide en crear un ser que en su cuerpo tendría el espíritu de Olodumare y actuaria en la tierra como el propio Olodumare. El seria el orisha con más alta  autoridad en la tierra para gobernar el planeta. Es cuando crea Olodumare decide crear el primer hombre a  Oddua que representaría la vida y la muerte, comienzo de la creación humana, el es el padre de todos los orishas, este a su vez tendría engendrado en su ser el espiritad de Olodumare y actuaria como el propio Olodumare en la tierra. Este orisha sería el encargado de gobernar el planeta, siendo la más alta autoridad, regidor de todos los designios de la Tierra.
Este mundo (tierra) estaba compuesto de gases, niebla y lugares que eran más profundos unos que otros, de estos gases y niebla se forma la tierra  En ese mismo momento Oddua toma cuerpo material de hombre, el al recorrer el planeta se da cuenta de que es muy solitario y seco, en su recorrido llega a un lugar que era un hueco enorme y profundo en el cual no se veía fondo, el decide llenar este hoyo con gases restante de la misma formación del planeta. Al terminar de llenarlo, estos se convirtieron en liquido trasparente (agua), en este momento nace otro orisha con las misma facultades de Oddua, la cual sería su compañera, a la cual la llamo Yembo (madre de las aguas, del planeta y la raza humana), al nacer Yembo se crea los grandes océanos, ríos, cascadas, lagos y lagunas, así como el agua de lluvia que cae del cielo. Esta orisha tuvo diferentes facetas, trasformaciones que son; Yemaya, Olokun y Nana Buruku (la luna)
De la unión de la tierra  (Oddua)  y  el mar (Yembo), aquí nace el matrimonio,  el amor de hombre y  mujer. El amor de Oddua y Yembo fue el amor más grande que se haya conocido en la historia del planeta. 



viernes, 15 de julio de 2016

PATAKI DE OFUN

PATAKÍ DE OFÚN Un pobre hombre que vivía de su trabajo murió sin dejarle nada a su hijo. Éste, que era un mozalbete, se debatía en la miseria, y su padre, desde el otro mundo, penaba por él viéndolo sin amparo, siempre vagabundo, comiendo unas veces, otras enfermo. Además, tampoco comía el difunto. Al fin, el padre pudo enviarle un mensaje con un “Onché—oro” —un correo del cielo, que iba a la tierra. —Dígale a mi hijo, le pidió, que sufro mucho por él, que quiero ayudarlo y que me mande dos cocos. Onché—oro buscó al muchacho, le transmitió el recado de su padre y éste, encogiéndose de hombros, le dijo: —Pregúntale a mi padre dónde dejó los cocos para mandárselos. Cuando el difunto escuchó la respuesta de su hijo, trató de disimular, y dijo quitándole importancia a aquel desplante: —¡Cosas de muchacho! Pero al poco tiempo volvió a encomendarle al Onché otro recado para su hijo. Esta vez el difunto le pedía un gallo. —¿Dónde dejó mi padre el gallinero para que yo le mande el gallo que me pide? El correo le repitió al padre textualmente las palabras del hijo. Pocos días después, Onché—oro volvió a presentársele al joven. Su padre le suplicaba esta vez que le mandase un agután, un carnero. —¡Está bien!, dijo el muchacho sin ocultar su cólera. Si no hay para cocos ni para gallo, ¿de dónde diablos cree mi padre que voy a sacar el carnero? Nada me dejó, nada tengo, ¡nada...! pero no se vaya, espere un momento. Entró en su covacha, cogió un saco, se metió dentro, amarró como pudo la abertura, y le gritó: —¡Venga y llévele a mi padre este bulto! El correo lo cargó y se lo llevó al padre, que al vislumbrarlo desde lejos con su carga a cuestas, dio gracias a Dios. —¡Al fin mi hijo me envía algo de lo que he pedido! Los Iworo y los Orichas que estaban allí reunidos en Oro esperando el carnero, desamarraron el bulto para sacar al animal y proceder al sacrificio, pero quedaron boquiabiertos al encontrar una persona en vez del carnero que esperaban. —¡Estás perdido, hijo mío!, sollozó el padre. Los Orichas le dijeron al muchacho indicándole una puerta cerrada: —Abre esa puerta y mira. Y allí contempló cosas aún más portentosas. —¡Todas eran para tí!, le explicó el padre. Para dártelas te pedí el carnero. El joven arrepentido y muy apesadumbrado, le suplicó que lo perdonara y le prometió mandarle enseguida cuanto había pedido. —¡Qué lástima!, le respondió el padre, ya no puedo darte cuanto quería. Tú no podías ver las cosas del otro mundo, pero haciendo “ebó”, tus ojos hubieran obtenido la gracia de ver lo que no ven los demás, y te hubiera dado lo que has visto. Ya es tarde, hijo, y lo siento, ¡cuánto lo siento! Y así fue, cómo por ruin y por desoír a su muerto, aquel joven perdió el bien que le esperaba y la vida.

YEWA

Yewá se retira al cementerio Los framboyanes anaranjados y amarillos; los jagüeyes matizados de verdes y carmelitas; las ceibas cuyas ramas invocaban a Olofin; las rosas, las margaritas, las gardenias, las violetas; las pocetas con lirios que nacían en lo profundo del limo; los ríos con sus cataratas que formaban arco iris; los puentes imaginarios de chinas pelonas; las enredaderas tupidas y multicolores: así era el ambiente de pureza absoluta en el jardín del espacio infinito donde estaba el palacio de Obbatalá y Yembó, orishas padres de todo el panteón yoruba. Su hija Yewá, bella entre las bellas, a quien al nacer se le habían entregado los dones de la pureza, la virginidad y la hermosura, paseaba su tranquilidad espiritual, vestida con sus colores preferidos: los tonos rosa, que tan bien venían a su angelical figura. Ella, quien no se relacionaba con nadie, vivía, etérea, dentro de los muros de la casa paterna, la cual abarcaba el universo con todos sus astros. En una reunión de orishas y awós, Changó comentaba lo poco virtuosas que eran las mujeres. Elegguá saltó, y contó de la existencia de esta virgen dulcísima, encerrada entre los muros de su jardín, no vista por nadie más que por sus padres. Changó, asombrado y picado en su vanidad de hombre viril, majestuoso y atractivo, decidió tentarla, con la picardía propia de sus muchas experiencias amorosas. Al día siguiente, escaló la tapia del jardín cuyas flores le sonrieron y ofrecieron sus pétalos en saludo al rey poderoso y vital que las acariciaba con su presencia. Los pájaros cantaban muy bajo. Esto llamó la atención de Changó, pues los pájaros siempre trinan alto en lugares intrincados; sin embargo, allí, todo estaba en calma. Sin poder precisar cómo ni cuándo, de repente se alborotaron los pericos, canarios, tórtolas y palomas, y sus cantos saludaron la llegada de una joven bellísima, quien flotaba al encuentro de la naturaleza. Las flores perfumaban su paso con sutiles aromas, las hojas se abrían para dejar caer ante ella el rocío de la noche, como alfombra de perlas. Changó quedó fascinado por el hechizo de aquella visión. Sin recordar los sabios consejos de Elegguá, se irguió ante Yewá quien, con los ojos bajos, rechazaba las vibraciones que le producía aquel joven que tenía delante. Changó le dijo: "Yewá, bella entre las más bellas, mírame, no temas". Ella, en ese instante de flaqueza, no pudo acallar aquel sentimiento extraño y cálido, y levantó la vista, para faltar así a la palabra dada a su padre. Lloró entonces de vergüenza y corrió a esconderse. En ese momento había conocido el amor, emoción prohibida para ella. Sería su amor uno eterno e imposible. Decidió confesarle la culpa a su padre y cubrirse la cara con un velo para que nadie viera que había faltado a su promesa. Entonces, toda su ropa adquirió tonalidades de un rosa más profundo, y el mundo conoció por primera vez el rubor de la vergüenza. Obbatalá, sabio entre los sabios, se dio cuenta, al ver a su hija, de que algo muy malo le sucedía. Yewá lloraba sin consuelo, pero austera y justa como era, se refugió en los brazos paternos y le contó lo sucedido con Changó. Obbatalá quedó pensativo, pues en su reino y con sus hijos estaban sucediendo cosas que atentaban contra la moral establecida. Oloddumare se daba cuenta también y no aprobaba estas conductas. Como dueño de todo lo existente, había comentado a Obbatalá que sería severo e implacable con el próximo que cometiera un acto de desobediencia. Yewá sabía esto. "Padre – le dijo – cumpla con su deber. Yo sé que resulta penoso para usted, pero mi falta es irreparable. Que el castigo que se me imponga dure mientras haya un ser humano sobre la tierra". Entonces, Obbatalá la condenó a no dejar ver jamás su rostro; a gobernar sobre el país de los muertos como la más alta autoridad, y a vigilar de noche sus dominios convertida en lechuza, dueña de las tinieblas, símbolo de la sabiduría y la soledad. Triste, Yewá partió al mundo de los silencios infinitos, al mundo de los muertos. En ese momento, temblaron las tierras, surgieron volcanes, las olas taparon las rocas, los rayos encendieron los bosques, el cielo oscureció, y con las lágrimas de Obbatalá, furioso por haber mandado a su hija Yewá a la soledad del mundo de los eggun y de Ikú, se inundó el país de los orishas.