viernes, 11 de diciembre de 2015

Cuando Shango Respeto a Oggayu y Oshun

Cuando Shango Respeto a Oggayu y Oshun 

Oshun vivía con shango y este le hacia pasar muchos trabajos y le daba golpizas tremendas y le hacia trabajar para el. Ella cansada de la vida que le hacia llevar shango, fue un día a la orilla del rió que había sido su casa y se encontró con un hombre grande y fuerte, que le prometió amores.Este era Aggayu. Ella, trastornada por aquel porte de fuerza viril y de sus avasalladoras palabras, cuando regreso a la casa se quedo pensando en este y al día siguiente volvió a encontrarse con Aggayu de nuevo, a quien, al requerirla de nuevo, no pudo resistir el asedio y cayó en sus brazos. Así paso el tiempo, ambos amantes corneaban a Shango, hasta que un día los sorprendió y se entablo una guerra entre Shango y Aggayu por la posesión de Oshun. Aggayu fue a verse con Orumila, quien le vio este Ifa y le dijo, Maferefun Oshun . le marco Ebbo y le dijo a Aggayu. Para que todo vuelva a la normalidad. tienes que invocar a dos Orishas de Ara Onu que los ancestros del rió, que se llaman Irole e Ita, los que te ayudaran. Aggayu así lo hizo, con los dos gallos del Ebbo, llego a la oorilla del rió e invoco a estos dos Orishas. Ita salio de una mata de jaguey e Irole de una mata de algarrobo. Con ellos Aggayu pacto y le dieron el poder de ser invencible. Demostró su poder sobre la tierra, a lo que Shango respeto. y así Aggayu y Oshun pudieron seguir viviendo en el rió con tranquilidad



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miércoles, 28 de octubre de 2015

Oya salvo a Chango de que lo Mataran

Oya salvo a Chango de que lo Mataran 

 Se dice que cierta vez, Oggún le había tendido una celada para matarlo, pero que llegó a oídos de Oyá este plan y ella fue a ver a Shangó y se lo dijo, proponiéndole vestirlo con sus sayas de 9 colores y cortarse sus trenzas y vestirlo de mujer. Él aceptó la proposición; ella lo vistió, consiguió un caballo blanco y un gato, montó a Shangó en el caballo, le puso el gato en la cabeza y echó a correr a Shangó vestido de mujer por donde estaba Oggún, al Oggún ver aquellos dos focos de candela venir hacia él, huyó despavorido creyendo que era Oloni (diablo). Así es como es de donde surge un mito o leyenda de que Santa Bárbara (Shangó) es 6 meses hombre y 6 meses mujer. También es por ese motivo que Oyá es la concubina preferida de Shangó. Segunda Ves que OYA Salvo a Chango Hace muchos años, Shango se vio envuelto en una de sus guerras sin fin. Había luchado durante muchos días y mató muchos de sus enemigos, más de los que podía matar. Se encontró rodeado por sus enemigos en medio del bosque. "Enchile", gritó Shango, pero su famoso caballo mágico se había perdido durante los combates. Shango tuvo miedo de gritar de nuevo ya que lo podían encontrar. Oyó a sus enemigos acercarse en los arbustos y estos sacudían los árboles para encontrarlo. Si lo hicieran, lo iban a matar. Sin Echinle, Shango tuvo que escurrirse a través de barrancos y cubrirse de lodo del río para esconderse de sus enemigos. Los días pasaron. Sus implacables enemigos no dormían nada. No comían con tal de encontrar a Shango y Matarlo. Shango, cansado y herido, tuvo que seguir corriendo sin dormir y sin comer. Shango es el Orisha del rayo, del trueno y del Baile. Uno de los Orishas Mayores de la Santeria Corrió y corrió hasta que llegó al lugar donde vivía Oyá. Era muy profundo en el bosque. Muy pocas personas sabían que Oya era la esposa de Shango. Shangó vino a casa de Oya y golpeo fuertemente la puerta. Lo abrió y vio a Shango con moretones, cortadas y jadeante. "¿Qué te ha sucedido?" gritó Oya. "Oya, me han rodeado," jadeó Shango. "Ellos me quieren colgar de un árbol." "Entra, rápido". dijo Oya, Shango entro rapidamnete en su casa. "Mi rayo no es efectivo en contra de mis enemigos de hoy", dijo Shango a Oya. "Eso es porque te falta el coraje de luchar", le regañó Oya. Oya le dio agua y algo para comer. "No es el coraje que me falta", dijo Shango. "Estoy muy cansado". "Qué quieres de mí?» dijo Oya. "Si yo pudiera escapar de mis enemigos mortales, podría descansar y dormir." dijo Shango-. "Me gustaría recuperar mis fuerzas y destruir a mis enemigos." "¿Por qué es que sólo viene a verme cuando necesita ayuda?" Dijo Oya. En aquellos tiempos antiguos, Shango estaba acostumbrado a luchar por sí mismo, pero se tragó su orgullo. "Ayúdame, Oya". Oya pensó por un momento y luego volvió a su esposo. "Cuando caiga la noche", dijo. "Usted se colocará uno de mis vestidos. El disfraz le permitirá escapar." "Aun se puede reconocer mi cara", dijo Shango. "Voy a cortarme el pelo para ponérselo sobre su cabeza. Esto completara el disfraz". Oya, dijo. "Voy a cortarme el pelo para salvar la vida de mi rey." Esperaron hasta la noche. Oya no encendio fuego. Tenía miedo de que el humo de su chimenea alertara a los enemigos de Shango y los atrajera a su casa. Cuando el sol se había puesto, pero antes de que la luna se levantara, Oya se cortó su pelo hermoso y lo prendió a la cabeza de Shangó. Shango no sabía qué hacer con el pelo de la mujer. Tapaba sus ojos y se enredaba en sus oídos. Entonces Oya le hizo 2 trenzas largas de cabello. "Esto es un vestido", dijo. "Póngaselo rápido, antes de que la luna aparezca." Shangó consiguió entrar en vestido de Oyá. "Quédate quieto", dijo. "Quédate quieto y deja que te acomode el traje". Finalmente, Shango estaba vestido como una imitación aceptable de Oya. Se dirigió a la puerta y asomó la cabeza. "Date prisa", dijo. "No hay nadie alrededor." Shango salió, imitando el movimiento y porte de Oya. Caminó hasta llegar a la selva y se encontró con la línea de los hombres buscándolo. Saludó a sus enemigos con una inclinación imperiosa de su cabeza y cruzó la línea. No hablo con ellos porque su voz era reconocible. En esta forma Shango fue capaz de escapar de la trampa de sus enemigos. Una vez que él estaba muy lejos de la selva, descansó y durmió, comió y recobró las fuerzas y su voluntad de luchar. También encontró a su caballo Echinle. A los pocos días, descansado y curado, Shango monto a su caballo Echinle. "Es hora de matar", dijo Shango a su caballo y fue a galope a buscar a sus enemigos. Era de madrugada cuando llegó al campamento de sus enemigos. Él vino corriendo hacia ellos. Su furia era terrible de contemplar. Caían rayos de sus manos. Gritó salvajemente como guerrero. Él todavía estaba vestido como una Oya. "Shango se ha convertido en Oya", gritaron sus enemigos con miedo cuando vieron la aparición gritando sobre ellos, de largo pelo suelto y un vestido ondeando al viento. Entraron en pánico. Detrás de ellos, Oya salió caminando de su casa, con todas sus armas, y comenzó a cortarlos de derecha a izquierda con su hacha. Oya tenía ahora el pelo corto y erizado y disparaba chispas eléctricas. "Si ayuda Oya a Shango, hay victoria", gritó ella, cortando brazos y piernas. Shangó y Oya salieron victoriosos. Desde esa batalla, Oya ha sido la compañera inseparable de Shango en la guerra. Con el trueno y las tormentas Shango y Oyá, son invencibles y lo siguen siendo hasta nuestros días. Notas de Oya y Shango: Oyá es la única Orisha que tiene poder sobre los muertos. Ya que es una Orisha compasiva, ha permitido a muchos niños que mueren, vivir como un regalo a sus padres. Los cementerios son conocidos como "ile Yansan", casa de Oyá. Cualquier persona que utiliza cadáveres o partes de cuerpos muertos en sus ceremonias, debe hacer el pago y el homenaje a Oya. Siempre que hay una posesion, Oya es invocada para despedir al espíritu. Sacrificios deben hacerse para asegurar que ella tiene un interés en la materia. Oya es el Orisha de los tornados y las tormentas, los huracanes y las centellas. Los cuatro vientos están dominados por Eleguá, Orula, Obatalá y Oya. Oya tiene una cara tan terrible que cualquiera que la mire puede quedar loco o ciego. En las ceremonias donde desciende Oya, nadie mira a ella. Cuando se tiene a alguien, ella se pone un vestido de crepé de color rojo o un vestido de flores y cintas multicolores tejidos alrededor de su cabeza. Ella sólo baila danzas guerreras. Cuando sus "hijos" entrar en trance, algunos de ellos pueden manejar brasas con sus propias manos.


lunes, 17 de agosto de 2015

La Segunda Guerra de Shangó y Oggún

La Segunda Guerra de Shangó y Oggún 

 El tiempo pasaba y cada día Shangó traía a su mente a oggún, ya que no podía olvidar que por su felonía, había sido criado prácticamente como un huérfano, hasta que un día se vistió de guerrero y montado en su caballo se fue hacia las posesiones de Oggún. Este estaba casado con Oyá, quien al ver a Shangó se quedó enamorada de él; Shangó correspondió a las palabras amorosas de Oyá y se la llevó mientras Oggún se encontraba trabajando; el interés de Shangó era vengarse de la felonía de Oggún; como éste bebía mucho y era muy revoltoso, no le fue difícil a Shangó hacer que Oyá se fuera con él. Shangó se llevó a Oyá a casa de Dadá; ésta tenía a Shangó como a un hijo y él a ella como a una madre; después de Obatalá, ella era la única persona a quien obedecía. Al saber Oggún que Shangó se había llevado a Oyá, le declaró la guerra de nuevo, Así pasaron los días, Shangó antes de irse por la mañana, al combate, tan pronto se levantaba, iba a donde estaba el güirito y metiendo un dedo se hacía una cruz en la lengua, cosa esta que veía Oyá; un día hizo igual cuando Shangó salió por la mañana; al salir Oyá de aquel sitio fue a llamar a Dadá y le salió candela por la boca; se asustó de ella misma y se echó a correr metiéndose en una Palma hueca que había allí cerca, como lo hacía Shangó, aunque éste no corría. Dadá, al ver que el tiempo pasaba y no veía a Oyá, desde casi una hora antes, la llamó; pero Oyá aunque oía, no se atrevía a contestar. Andando Dadá notó que el güirito de Shangó estaba en distinta posición a como él siempre lo dejaba; movida por la curiosidad fue a enderezar el güirito, y con la idea de saber qué tenía dentro metió el dedo por el agujero y tocó, aunque nada vio, siguió buscando a Oyá y distraídamente se pasó el dedo por la lengua; como a cada instante llamaba a Oyá, lo hizo, y también a ella le salió candela por la boca. Asustada, Dadá salió corriendo y se metió en el mismo hueco de la Palma donde estaba Oyá, las dos mujeres se abrazaron y de allí no se atrevieron a salir. Cuando Shangó regresó a su casa llamó a Oyá y a Dadá, ninguna apareció; se dirigió a donde estaba su güirito y vio que no estaba como lo había dejado, por lo que fue entonces a la Palma donde él se metía y allí encontró a las dos, egañándolas. Oggún se preparó mejor en esta ocasión para la guerra y ya Shangó estaba perdiendo, cuando Oyá que estaba viendo la batalla desde lo alto de una loma comenzó a gritarle para prevenirlo y de su boca en vez de palabras, salieron grandes llamaradas de candela, aprovechando la confusión que esto había provocado entre los hombres de Oggún, bajó y se situó al lado de Shangó, obligando con las llamaradas a ponerse en retirada a los hombres de Oggún. Shangó con los truenos, los rayos y los relámpagos y Oyá con la centella, le ganaron la guerra a Oggún, obligándolo a ir al monte, donde Shangó un día lo encontró vestido de colorado y se asustó, entonces le quitó la ropa y se la puso, vistiendo a Oggún con mariwó (guano). Por eso hasta hoy se puede decir que donde quiera que haya un caballo de Oggún y uno de Shangó, es seguro que en ese cabildo o fiesta habrá tragedia entre esos dos santos.



domingo, 9 de agosto de 2015

La Primera Guerra de Shangó y Oggún

La Primera Guerra de Shangó y Oggún 

Oyá había salido como todas las mañanas a la Plaza a poner su venta de frutas, todas ellas frescas, como se las había dado su padre Olofi, para que las llevara al mercado. Como de costumbre llegó temprano y comenzó a pregonar sus mercancías. Cantaba con una voz tan dulce y acariciadora que hacía que todos vinieran a comprarle sus productos. Oyá era una negra muy linda, alta, de grandes ojos, cuerpo bien proporcionado, sus pechos desnudos y erectos, y una piel tersa que le brillaba bajo los rayos del Sol. Al lado del puesto de Oyá, tenía Oggún su herrería y estaba perdidamente enamorado de la muchacha. Ese día había decidido declararle su amor y para esto decidió hacerle una corona con rayos de hierro, al terminar el día había confeccionado la corona más hermosa que jamás se hubiera visto, adornada con siete rayos de hierro.Shangó que por aquella época aún era adivino, vio lo que estaba haciendo Oggún, fue a la Plaza y le contó todo a Oyá, mientras le declaraba su amor, diciéndole que su problema era que como estaba tan pobre no se atrevía a decirle nada, pues todo lo que poseía eran siete caracoles de adivinar y seis otanes rojos que tenía desde que era un niño. Oyá le respondió que ella también lo amaba a él, que no le importaba que fuera un hombre pobre. Le dijo que esa misma noche fuera adonde estaba su padre Olofi a pedir su bendición, para que este les diera su ashé y así poder tener muchos hijos. Shangó se marchó contento, hasta la Palma Real donde vivía con su hermana Dadá y se preparó para esa misma noche ir a visitar a Olofi y pedirle a su hija en matrimonio. Oggún que estaba en las cercanías lo había escuchado todo y se puso como un loco por los celos, diciéndose que él no iba a permitir que un muerto de hambre como Shangó viniera a quitarle la mujer que él amaba, la cual convertiría en su obiní de todas formas. Cerró su herrería y se fue a casa de un quimbinsero, a quien le pidió consejos para resolver la situación. Este le pidió un adá, dos malú, veintiuna hierbas y ciento un palos, diciéndole que se fuera tranquilo a su casa que esa noche Shangó no iba a poder asistir a la casa de Olofi. Tan pronto Oggún le entregó al quimbinsero todo lo que le había pedido, éste se dirigió al lugar donde vivía Shangó, llevando un machete embrujado en la mano, tocando cuatro veces en la puerta. Salió Shangó a contestar y al ver al quimbinsero le preguntó: «,iQué quiere en mi casa? Este le respondió: «Vengo a hacerte un favor muy grande.» «,Tú, favores a mí?», lo Pregunto Shangó. El quimbinsero le respondió: «Sí, yo mismo, he venido a decirte que Oggún fue a verme para que te hiciera una hechicería y no te puedas casar con Oyá.» Shangó sospechando una traición, le preguntó: «,Y por qué me lo has venido a contar?» Pues porque Oggún sólo me ha dado un pollo flaco, pero si tú me haces un favor que necesito y me das más que Oggún, Oyá será tuya.» Shangó seguía desconfiado, pero más pudo el amor que latía en su corazón, que su cabeza y sin volver a reflexionar le preguntó al quimbisero qué tenía que hacer. El viejo le dijo: «Necesito que vayas al monte y me traigas estas hierbas y palos que necesito para hacer mis trabajos, pero debes cortarlos con este machete.» Sin volverlo a pensar, Shangó cogió el machete y se dirigió hacia el monte, tan pronto se internó un poco, levantó el machete para cortar unos palos y éste se convirtió en madera, mientras todo el bosque se ennegreció completamente. Shangó que era un hombre que no le temía a nada, se paró y gritó. Nadie le contestó, pero los árboles y bejucos avanzaban hacia él con malas intenciones. Sin amilanarse, Shangó cogió el machete convertido en palo y arremetió con todas sus fuerzas contra las ramas y arbustos que querían cercarlo. Sudaba copiosamente, a veces le fallaban las fuerzas, pero mientras ás le cerraban el camino, con más fuerza golpeaba. Así transcurrieron muchas horas de constante batalla, hasta que logró llegar a un lugar por donde pasaba un arroyuelo. Al llegar aquí las ramas quedaron un poco detrás y Shangó sin pensarlo dos veces se lanzó a las aguas, bebiendo abundantemente y lavándose las heridas. Nadó un largo trecho, hasta llegar a un lugar en que había tranquilidad. Al salir del agua para descansar, sintió una voz de mujer que le hablaba desde el centro del arroyo y le decía: «Yo soy la dueña de las aguas que te han salvado la vida, mi nombre es Oshún. A cambio de lo que he hecho, tu tendrás que salvar otra vida. Camina siempre hacia el sur y hallarás tu destino.» Shangó se incorporó y vio un pequeño camino que se dirigía hacia el sur y sin vacilar tomó por él. No había caminado mucho, cuando le pareció sentir una voz que se quejaba lastimosamente. Se detuvo para poder escuchar mejor y orientarse, y ya no le cupo dudas de que alguien delante de él estaba solicitando ayuda. Apresuró el paso y a los pocos minutos se encontró frente a un hombre aparentemente malherido. Se le acercó y al voltearlo vio cómo le faltaban la pierna y el brazo izquierdos, desde hacía tiempo, sobre la ceja izquierda le sangraba una herida profunda que no le permitía ver el ojo. Lo recostó contra una ceiba y tomando una güira que había cerca, preparó una cataplasma a base de hierbas frescas y savia de bejucos, poniéndosela sobre las heridas con la ayuda de una hoja de plátano. Shangó se sentó al lado del hombre cambiando a--cada rato la cura, hasta que el hombre se recuperó y al verlo le preguntó: «Quién eres tú?» «Yo soy Shangó», le respondió éste. El hombre sorprendido le volvió a preguntar; «Qué haces aquí?» Shangó le contestó: «Yo soy Shangó y te he encontrado en el medio de este camino en con- diciones bastante malas. Cuéntame, ¿qué fue lo que te pasó?» El hombre le respondió: «Yo vivo en estas selvas, en todo este monte, desde que tengo uso de razón siempre he vivido aquí. Como vivo encaramado en los árboles, a veces me caigo cuando me quedo dormido y parece que esta vez me sucedió lo mismo.» Shangó no le quitaba la vista de las otras partes del cuerpo que le faltaban al hombre y éste que se dio cuenta le dijo: «No te extrañes tanto, yo tengo un sueño bastante profundo. En cuanto a la pierna y al brazo que me faltan, te haré la historia en otra oportunidad, pero dime: ¿qué me pusistes sobre el ojo que me ha cerrado la herida?» Shangó le contestó: «Recogí unas hierbas, las puse dentro de este güiro, las mezclé bien y las envolví con hojas de plátano para colocártelas en las parte enferma.» El hombre agradecido le dijo: «Aunque muchos hombre vienen a mis dominios a coger todo lo que necesitan, tú eres el primero que me ayudas, por lo que te estoy muy agradecido. ¿Dime qué puedo hacer por ti?» Shangó le hizo el relato de todo lo que le había ocurrido y al terminar el hombre le dijo así: «Mi nombre es Ozaín, yo soy el dueño del monte, de todo lo que aquí crece y vive, y de todo lo que en él veas. Vine al mundo por mandato de Olodumare y tengo su ashé. Quien necesita de mí, aquí me tiene, pero a partir de este momento, tú serás el primero a quien yo sirva, para venir a mí, tendrán que contar contigo. Como todo lo que es de madera, o de palos, es mío, el machete embrujado que te dieron, con el que peleaste, seguirá siendo de madera para ti, todos los instrumentos que necesites para trabajar hazlos siempre de madera, porque el hierro que es de Oggún, es tu enemigo y no puedes tocarlo. Coge el güiro con que me curaste y para que más nunca te engañen y sepas lo que traman tus enemigos, todas las mañanas te haces una cruz con las aguas y hierbas que tiene adentro, sobre la lengua, manos y ojos. No permitas que nadie lo toque o lo destape, pues él y los secretos que contiene son sólo tuyos.» Alzó su mano y tomó un loro que estaba posado sobre una rama y continuó: «Toma este loro, ponlo encima del güiro y él te indicará el camino de regreso a tu pueblo. Recuerda que sólo tú puedes destapar el güiro, cualquiera que lo haga sin tu permiso ha de sufrir el castigo de la candela. Vete en paz, con mi bendición y mi ashé. De ahora en adelante yo seré tu Padrino y mi casa es tu casa.» Shangó cogió el camino de regreso guiado por el loro y al llegar a su ilé le preguntó a su hermana Dadá por los acontecimientos de los días que había estado perdido por el monte. Entre otras cosas ésta le dio la noticia de que Olofi le había entregado a Oggún su hija Oyá, como esposa y que éste pasaba el tiempo anagloriándose de haberlo engañado y ganado la pelea por el amor de Oyá. Shangó al oír esto se enfureció y dijo: «Oyá ha de ser mía y Oggún más nunca me ganará una guerra.» A lo que Dadá le respondió: Kabiosile Shangó, kabio sile. Es por eso que cuando truena decimos: «Clueco osí Ozaín», porque la llama es el relámpago y el trueno es la voz de Shangó, que cuando grita todo tiembla, eso es «Guotiloni soró allá». Según grita, así es de grande.