viernes, 29 de julio de 2016

NACIMIENTOS DE LOS ORISHAS AGAYU



AGAYU                1 primer hijo
De esta gran unión  nace su primer hijo varón de ellos que lleva el nombre de Agayu, este tiene 2 faceta en la vida, la primera la del sol que al nacer ilumino el planeta, dio el nacimiento de la luz y  el calor necesario al planeta, en esta faceta esta en las alturas y se conoce como olorun, la otra faceta vive dentro de la entraña de la tierra el volcán y se le llama Agayu. Con el nacimiento de Agayu nace el calendario, da la división del día y la noche, las estaciones, los continentes que se formaron en un ataque de furia de este orisha en forma de terremotos y las erupciones volcánicas. Agayu es el primer vocero directo de Olodumare y es el encargado de ver lo bueno y lo malo que hacen los seres humanos en la tierra, su misión es contarle a Olodumare todo lo que sucede,



ORIGEN Y CREACIÓN DE LA RELIGIÓN YORUBA.



En el libro de Cecilio Pérez OBA ECUN que llevar por nombre ITA MITOLOGIA DE LA RELIGION YORUBA, encontramos un análisis específico y organizado de esta religión y de sus dioses (ORISHAS), su nacimiento, vida  y muerte  de cada unos de ellos.
Los yorubas es un pueblo ubicado en el suroeste de Nigeria en África, ellos creen que el pueblo de IFE es el centro de origen de todos los pueblos de la tierra, donde Olodumares (DIOS), ser supremos de los yorubas que controla los destinos de todo ser viviente, el es el omnipotente del universo, regente supremo del reino del cielo y de la tierra,  controla todos los elementos de la vida y muerte de este planeta, fue  donde comenzó su creación divina, es  aquí donde crea el mundo,  al primer hombre ODDUA y la primera mujer YEMBO.
A Olodumare se le conoce también como Olorum (el sol), los afrocubanos lo llaman Olofi (soberano supremo de los cielos).
Olodumare buscaba un lugar de descanso donde crear su reino cuando de pronto apareció una masa nebulosa; al acercarse a ella, noto que tenía las condiciones que él deseaba para su ALAFI (casa de Dios). Es cuando crea la tierra especialmente en la cuidad de IFE, donde comenzó el mundo.
Olodumare (DIOS) crea en el cielo a un ángel tan hermoso, con grandes facultades y dones, a   imagen  semejanza de el mismo, que a todos en el cielo tenia deslumbrados,  este Ángel  llamado Olosi (DIABLO), con el tiempo fue tanto su vanidad que se creyó quera más importante que Olodumare, con el pasar del tiempo fue desarrollando una enorme arrogancia que ya no le consultaba nada a Olodumare. Este hacia lo que se le antojaba, Tomaba decisiones que  de ningún modo le correspondían, cosa que le molesto mucho a Olodumare. (Aquí es cuando nace la arrogancia y la maldad en el reino del cielo)
Olodumare   al ver que ya no le obedecía, es cuando toma la decisión de desterrarlo de los cielos y mandarlo a la tierra, este es el Ángel caído Olosi (EL DIABLO), y le encarga que gobierne la Tierra. Entonces baja OLOSI a la Tierra, y como él era un ser Inmortal y con poderes, el comienza a crear fenómenos, seres mal formados, crea lo que ahora llamaríamos comúnmente Demonios. Entonces Olodumare. lo observa desde su palacio Divino, y se dice a sí mismo, “este Olosi está haciendo estupideces”. Olodumare  le ordena a los Cielos a que le envíen muchos Rayos sobre la Tierra en el área donde estaba OLOSI. Esto fue como una tormenta eléctrica. Este momento fue lo que ahora llamaría la ciencia la creación del mundo o de este planeta. Estos rayos caían sobre OLOSI, pero como él era inmortal, solo sentía dolor, pero no moría. Por su mal uso del poder, Olodumare le dice que él no se podía salir de allí, porque sino el desataría su furia sobre él.
Olosi al ver la decisión de su creador decide hacerle la guerra y destruir todo lo que Olodumare creara. Olodumare decide que su reino necesitaba moradores que se multiplicaran, fue entonces que decide en crear un ser que en su cuerpo tendría el espíritu de Olodumare y actuaria en la tierra como el propio Olodumare. El seria el orisha con más alta  autoridad en la tierra para gobernar el planeta. Es cuando crea Olodumare decide crear el primer hombre a  Oddua que representaría la vida y la muerte, comienzo de la creación humana, el es el padre de todos los orishas, este a su vez tendría engendrado en su ser el espiritad de Olodumare y actuaria como el propio Olodumare en la tierra. Este orisha sería el encargado de gobernar el planeta, siendo la más alta autoridad, regidor de todos los designios de la Tierra.
Este mundo (tierra) estaba compuesto de gases, niebla y lugares que eran más profundos unos que otros, de estos gases y niebla se forma la tierra  En ese mismo momento Oddua toma cuerpo material de hombre, el al recorrer el planeta se da cuenta de que es muy solitario y seco, en su recorrido llega a un lugar que era un hueco enorme y profundo en el cual no se veía fondo, el decide llenar este hoyo con gases restante de la misma formación del planeta. Al terminar de llenarlo, estos se convirtieron en liquido trasparente (agua), en este momento nace otro orisha con las misma facultades de Oddua, la cual sería su compañera, a la cual la llamo Yembo (madre de las aguas, del planeta y la raza humana), al nacer Yembo se crea los grandes océanos, ríos, cascadas, lagos y lagunas, así como el agua de lluvia que cae del cielo. Esta orisha tuvo diferentes facetas, trasformaciones que son; Yemaya, Olokun y Nana Buruku (la luna)
De la unión de la tierra  (Oddua)  y  el mar (Yembo), aquí nace el matrimonio,  el amor de hombre y  mujer. El amor de Oddua y Yembo fue el amor más grande que se haya conocido en la historia del planeta. 



viernes, 15 de julio de 2016

PATAKI DE OFUN

PATAKÍ DE OFÚN Un pobre hombre que vivía de su trabajo murió sin dejarle nada a su hijo. Éste, que era un mozalbete, se debatía en la miseria, y su padre, desde el otro mundo, penaba por él viéndolo sin amparo, siempre vagabundo, comiendo unas veces, otras enfermo. Además, tampoco comía el difunto. Al fin, el padre pudo enviarle un mensaje con un “Onché—oro” —un correo del cielo, que iba a la tierra. —Dígale a mi hijo, le pidió, que sufro mucho por él, que quiero ayudarlo y que me mande dos cocos. Onché—oro buscó al muchacho, le transmitió el recado de su padre y éste, encogiéndose de hombros, le dijo: —Pregúntale a mi padre dónde dejó los cocos para mandárselos. Cuando el difunto escuchó la respuesta de su hijo, trató de disimular, y dijo quitándole importancia a aquel desplante: —¡Cosas de muchacho! Pero al poco tiempo volvió a encomendarle al Onché otro recado para su hijo. Esta vez el difunto le pedía un gallo. —¿Dónde dejó mi padre el gallinero para que yo le mande el gallo que me pide? El correo le repitió al padre textualmente las palabras del hijo. Pocos días después, Onché—oro volvió a presentársele al joven. Su padre le suplicaba esta vez que le mandase un agután, un carnero. —¡Está bien!, dijo el muchacho sin ocultar su cólera. Si no hay para cocos ni para gallo, ¿de dónde diablos cree mi padre que voy a sacar el carnero? Nada me dejó, nada tengo, ¡nada...! pero no se vaya, espere un momento. Entró en su covacha, cogió un saco, se metió dentro, amarró como pudo la abertura, y le gritó: —¡Venga y llévele a mi padre este bulto! El correo lo cargó y se lo llevó al padre, que al vislumbrarlo desde lejos con su carga a cuestas, dio gracias a Dios. —¡Al fin mi hijo me envía algo de lo que he pedido! Los Iworo y los Orichas que estaban allí reunidos en Oro esperando el carnero, desamarraron el bulto para sacar al animal y proceder al sacrificio, pero quedaron boquiabiertos al encontrar una persona en vez del carnero que esperaban. —¡Estás perdido, hijo mío!, sollozó el padre. Los Orichas le dijeron al muchacho indicándole una puerta cerrada: —Abre esa puerta y mira. Y allí contempló cosas aún más portentosas. —¡Todas eran para tí!, le explicó el padre. Para dártelas te pedí el carnero. El joven arrepentido y muy apesadumbrado, le suplicó que lo perdonara y le prometió mandarle enseguida cuanto había pedido. —¡Qué lástima!, le respondió el padre, ya no puedo darte cuanto quería. Tú no podías ver las cosas del otro mundo, pero haciendo “ebó”, tus ojos hubieran obtenido la gracia de ver lo que no ven los demás, y te hubiera dado lo que has visto. Ya es tarde, hijo, y lo siento, ¡cuánto lo siento! Y así fue, cómo por ruin y por desoír a su muerto, aquel joven perdió el bien que le esperaba y la vida.

YEWA

Yewá se retira al cementerio Los framboyanes anaranjados y amarillos; los jagüeyes matizados de verdes y carmelitas; las ceibas cuyas ramas invocaban a Olofin; las rosas, las margaritas, las gardenias, las violetas; las pocetas con lirios que nacían en lo profundo del limo; los ríos con sus cataratas que formaban arco iris; los puentes imaginarios de chinas pelonas; las enredaderas tupidas y multicolores: así era el ambiente de pureza absoluta en el jardín del espacio infinito donde estaba el palacio de Obbatalá y Yembó, orishas padres de todo el panteón yoruba. Su hija Yewá, bella entre las bellas, a quien al nacer se le habían entregado los dones de la pureza, la virginidad y la hermosura, paseaba su tranquilidad espiritual, vestida con sus colores preferidos: los tonos rosa, que tan bien venían a su angelical figura. Ella, quien no se relacionaba con nadie, vivía, etérea, dentro de los muros de la casa paterna, la cual abarcaba el universo con todos sus astros. En una reunión de orishas y awós, Changó comentaba lo poco virtuosas que eran las mujeres. Elegguá saltó, y contó de la existencia de esta virgen dulcísima, encerrada entre los muros de su jardín, no vista por nadie más que por sus padres. Changó, asombrado y picado en su vanidad de hombre viril, majestuoso y atractivo, decidió tentarla, con la picardía propia de sus muchas experiencias amorosas. Al día siguiente, escaló la tapia del jardín cuyas flores le sonrieron y ofrecieron sus pétalos en saludo al rey poderoso y vital que las acariciaba con su presencia. Los pájaros cantaban muy bajo. Esto llamó la atención de Changó, pues los pájaros siempre trinan alto en lugares intrincados; sin embargo, allí, todo estaba en calma. Sin poder precisar cómo ni cuándo, de repente se alborotaron los pericos, canarios, tórtolas y palomas, y sus cantos saludaron la llegada de una joven bellísima, quien flotaba al encuentro de la naturaleza. Las flores perfumaban su paso con sutiles aromas, las hojas se abrían para dejar caer ante ella el rocío de la noche, como alfombra de perlas. Changó quedó fascinado por el hechizo de aquella visión. Sin recordar los sabios consejos de Elegguá, se irguió ante Yewá quien, con los ojos bajos, rechazaba las vibraciones que le producía aquel joven que tenía delante. Changó le dijo: "Yewá, bella entre las más bellas, mírame, no temas". Ella, en ese instante de flaqueza, no pudo acallar aquel sentimiento extraño y cálido, y levantó la vista, para faltar así a la palabra dada a su padre. Lloró entonces de vergüenza y corrió a esconderse. En ese momento había conocido el amor, emoción prohibida para ella. Sería su amor uno eterno e imposible. Decidió confesarle la culpa a su padre y cubrirse la cara con un velo para que nadie viera que había faltado a su promesa. Entonces, toda su ropa adquirió tonalidades de un rosa más profundo, y el mundo conoció por primera vez el rubor de la vergüenza. Obbatalá, sabio entre los sabios, se dio cuenta, al ver a su hija, de que algo muy malo le sucedía. Yewá lloraba sin consuelo, pero austera y justa como era, se refugió en los brazos paternos y le contó lo sucedido con Changó. Obbatalá quedó pensativo, pues en su reino y con sus hijos estaban sucediendo cosas que atentaban contra la moral establecida. Oloddumare se daba cuenta también y no aprobaba estas conductas. Como dueño de todo lo existente, había comentado a Obbatalá que sería severo e implacable con el próximo que cometiera un acto de desobediencia. Yewá sabía esto. "Padre – le dijo – cumpla con su deber. Yo sé que resulta penoso para usted, pero mi falta es irreparable. Que el castigo que se me imponga dure mientras haya un ser humano sobre la tierra". Entonces, Obbatalá la condenó a no dejar ver jamás su rostro; a gobernar sobre el país de los muertos como la más alta autoridad, y a vigilar de noche sus dominios convertida en lechuza, dueña de las tinieblas, símbolo de la sabiduría y la soledad. Triste, Yewá partió al mundo de los silencios infinitos, al mundo de los muertos. En ese momento, temblaron las tierras, surgieron volcanes, las olas taparon las rocas, los rayos encendieron los bosques, el cielo oscureció, y con las lágrimas de Obbatalá, furioso por haber mandado a su hija Yewá a la soledad del mundo de los eggun y de Ikú, se inundó el país de los orishas.





jueves, 4 de febrero de 2016

REFLEXION

Buen día para todos los lectores quiero permitirme de hacer unas reflexiones con referentes a nuestra religiosidad. nuestras raíces espirituales, vienen de los indígenas, de lo que es el espiritismo venezolano, muy bien llamado corte María Lioncera, la cual en ella se reúnen diferentes cortes espirituales muy poderosa y eficaces, quien por lo cual la comanda la Reina María Lionza acompañada del Gran Cacique Guaicapuro y el Negro Felipe, quienes forman para los espiritista una trilogia espiritual, en ella conseguimos las principales ramas o cortes espirituales tales como la india, la médica, la chamarrera o llanera, la negra, la vikinga, la africana, la cale o mal llamada malandra, la libertadora, y muchas otras, pero siempre poniendo por delante la celestial Padre, Hijo y Espíritu Santo, Yo pido a todos los religiosos que no nos olvidemos de ello ya que somos si seremos siempre parte de ellos. Es tan poderoso el espiritismo de nosotros que no tenemos que envidiar nada de otras religiones, porque cosas que no se resuelven en otras religiones se resuelven en el espiritismo, tales como salud, prosperidad, protección, evolución espiritual, unión familiar, logros, éxitos, etc. Yo particularmente de ellos he conseguido salud, protección, tranquilidad, orientación. Bendigo las otras religiones y cultos pero no se olviden de esta religión, culto que es el espiritismo venezolano



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viernes, 11 de diciembre de 2015

PACTO DE ORISHAOKO Y OLOKUN


PACTO DE ORISHAOKO Y OLOKUN
 
Era un tiempo en que Orishaoko no tenía mujer y se encontraba solo, en unión solamente de su caballo y de su carretón, con los que buscaba su sostén. Él tenia una arbolada de chirimoyas pero como se encontraba ... muy solo, decidió buscarse una mujer. En este tiempo, la tierra era invadida por el Mar puesto que este no tenia zona vedada. Se internaba en los dominios de Orishaoko, que era la tierra y todo lo invadía. Cierto día en que Orishaoko caminaba por la orilla del Mar, y vio a una Mujer extremadamente bella, quedándose profundamente enamorado de ella. Al otro día fue de nuevo y comenzó a enamorarla, pero esta le dijo: Mira, yo me llamo Aggana Eri, y no he pensado en casarme porque tengo un defecto que me lo impide. Él le contesta: No importa. Entonces ella le dijo: Esta bien, pero vamos a hacer un pacto. Y es que usted nunca me diga mi defecto, porque nos separaremos. Esta mujer tenia un defecto por el cual había vivido sola, alejada del mundo, pensando que alguien se lo podía decir, por lo cual ella se iba a abochornar. Agana Eri era una Mujer muy linda de cara, pero su cuerpo era completamente deforme, tenia una pierna flaca y otra gruesa, le faltaba un seno, tenia varias pelotas en el vientre, en fin, su cuerpo era una verdadera ruina. Orishaoko se encontraba profundamente enamorado de Aggana Eri hija de Olokun, puesto que esta Mujer tenia un magnetismo sobrenatural, que todo el que la miraba se quedaba enamorado de ella. Olofin venia observando muy de cerca esas relaciones y un día mando a buscar a Orishaoko y a Aggana Eri y les dijo: Ustedes tienen que casarse, por cuanto tu, Orishaoko, te has enamorado de esta Mujer que es mi hija en la tierra, para que ella no tenga que pasar penas ni sacrificios, yo le construí un Reino aparte de la tierra, producto de todo esto, de su defecto, y para que nadie la abochornara ni me la humillara, por todo esto le di su Reino en las profundidades del mar, así que tu, promete no echarle en cara esto que te cuento. Orishaoko no puso ningún reparo y juro ante Olofin nunca echarle en cara a Aggana Eri sus defectos y así empezaron a vivir juntos. Durante los primeros tres años, el matrimonio marchó bien y prospero y felices decidieron poner un negocio en la plaza, donde Orishaoko trabajaba la tierra sembrando Agbado y Eres, se los llevaba a Aggana Eri y esta durante el día los vendía en la Plaza. Pero cierto día al llegar Orishaoko con su carretón cargado a la Plaza, sostuvo una discusión con Aggana Eri, durante la cual le echo a esta en cara todos sus defectos, quedando roto el pacto que hizo ante Olofin. Fue tan grande el bochorno que ella pasa, que se transformo en muerte el rostro, las huellas del profundo dolor y pena que le hacia pasar el hombre que ella había escogido por marido, y que tanto le había suplicado su matrimonio y que ahora le echa públicamente, lo que ella tan celosamente había ocultado. Y le dijo: Orishaoko, mientras el mundo sea mundo, te detestare y vivirás separado y lejos de mí y cada vez que tenga deseos me paseare por tus dominios y penetrare y nunca mencionare palabra alguna y todos tendrán que rogarme y pagarme todas las contribuciones, un Awan y salvare a todos mis hijos, nombrare un portero para que reciba a los ojos de la tierra y a ti, Orishaoko, te castigare con tu propia arma. Tus animales te atacaran, tu tierra se volverá hostil, tus hijos no serán tuyos. No podrás recoger el fruto que cultivas y pisaran tu tierra. Entonces Olofin desato una sequía grande, donde las cosechas se morían, así como el ganado y la tierra se resecaba y se agrietaba. El caballo de Orishaoko no quería trabajar, ante esta situación de cosas, Orishaoko fue a ver a Orunla y este le dijo: Recolecta todos los frutos que produzca la tierra, algunas aves, un cerdo etc., construye una barcaza y pagándole el derecho al portero de Olokun, échalo todo en el mar. Después recoge sobrantes de comidas y desperdicios y basura de la plaza y con dos Akukos, se los das al pozo y de los dos bueyes que tienes, ofrece uno a Olofin, para que puedas evitar una gran epidemia que viene sobre la tierra. Orishaoko lo hizo todo al pie de la letra, donde Olofin al recibir el buey se acordó de Orishaoko y mandándolo a buscar, lo perdono por su falta y le dijo: Desde hoy tu serás el dueño de las siembras y los aperos de labranza y la tierra vivirá separada del mar.

Pataki de Elegua y Orunmila

Pataki de Elegua y Orunmila 

Orunmila había regresado a la tierra para ver cómo todos los Babalawos que había entrenado en las artes de la adivinación se llevaban bien. Decidió viajar de pueblo en pueblo y saludar a sus antiguos alumnos. "Orunmila, qué bueno verte", dijo uno. "No tengo tiempo para hablar con usted ahora, tengo una cita." "Orunmila, ¿cómo estás?", dijo otro. "Si vuelve el miércoles, voy a ser capaz de atenderlo." "Orunmila, estoy muy ocupado con mis clientes en este momento", dijo un tercero. "¿Podría volver en otro día o algo así?" Orunmila estaba furioso. Todos sus antiguos alumnos le estaban haciendo caso omiso. Ellos están preocupados de hacer dinero y tener una gran reputación en honor a su viejo maestro. Orunmila decidió darles una lección. Envió cuenta de que iba a desafiar a todos los Babalawos a un concurso para ver quién utiliza los oráculos más precisamente. Orunmila pensó que, después de avergonzarlos por su habilidad incomparable, todos los Babalawos lo respetaría más. Después que la nota había sido enviada, se fue a la ciudad más cercana y desafió a los Babalawos. Orunmila resultó ser un lector mucho mejor de los oráculos, por supuesto. Sin embargo, el Babalawo se negó a pagar Orunmila la cantidad acordada. Eleguá, que nunca está muy lejos y siempre le gusta jugar malas pasadas, se acercó a Orunmila y el Babalawo. "Hola, Orunmila, ¿cómo estás hoy?" dijo Eleguá. "Estoy enojado, Elegua". dijo Orunmila. "Y, ¿por qué es, querido Orunmila?" Elegua trató de ahogar su risa, ya que sabía perfectamente lo que había ocurrido. "los Babalawos han perdido una apuesta conmigo", respondió Orunmila. "Y ahora, se niegan a pagar." Elegua miró de arriba abajo a los Babalawos nerviosos. "¿Es eso cierto? ¿Están tratando de engañar a Orunmila?" "Bueno, Señor Eleguá ..." balbuceó el Babalawo. Antes de que pudiera decir otra palabra, Elegua se acercó y puso su mano de poderoso guerrero alrededor del cuello del Babalawo. Miró al hombre a los ojos. "Dime", dijo en voz baja, "está buscando problemas?" "No," chilló el Babalawo. Elegua alzó su palo garabato sobre la cabeza del Babalawo. "Nunca haría cualquier cosa para que me enfade, ¿verdad?" gruñó Eleguá. Otro chillido, "No." "¿Y qué vas a hacer?" pidió a Eleguá, golpeando al Babalawo infeliz en la nariz con su garabato. “Voy a pagar a Orunmila?" -preguntó el Babalawo. "¿Qué fue eso?" Elegua gritó, sacudiendo el Babalawo de ida y vuelta. "Voy a pagar a Orunmila. Voy a pagar a Orunmila". Tartamudeó el Babalawo. Tomó su bolsa de dinero de sus ropas y le entregó todo a Orunmila. "Pensé que quería hacer trampa a Orunmila, pero veo que usted es un hombre que paga sus deudas cuando pierde". Dijo Eleguá y le dio el Babalawo una palmada en la espalda. "Yo te dejo en paz." "Una cosa más", dijo Eleguá al Babalawo. "¿Sí?" El Babalawo respondió con miedo. "Desde que te has olvidado de que los oráculos son para comunicarse con los Orishas y no para aumentar la riqueza del Babalawo, voy a prohibirte el uso del Dilogún por siempre." Orunmila y Eleguá se fueron dejando al Babalawo en llanto. En la siguiente ciudad, el Babalawo vio a Elegua caminando junto a Orunmila. Este babalawo ya tenía conocimiento de lo ocurrido e inmediatamente pago su deuda y ya no hubo ningún problema allí. "LA HUMILDAD ES UNA VIRTUD QUE TE HACE UN VERDADERO SABIO"


Pataki de Orula "Orunmila y la Muerte (Iku)"

Pataki de Orula "Orunmila y la Muerte (Iku)" 

Orunmila e Iku (la muerte). Orisha Mayor de la Santeria. (Orisha mayor de la Santeria) Orunmila no le teme a la muerte. Un día, una mujer fue corriendo con Orunmila. Estos fueron los días que los Orishas aún caminaban sobre la tierra. Ella se aferró a sus hombros y exclamó: "Iku está dando vueltas y vueltas a mi casa." Esto fue muy grave porque Iku es el nombre de la muerte. Cuando Iku quiere a alguien, camina fuera de la casa en busca de un pequeño orificio o abertura por la que se puede entrar y llevarse a la persona en su interior. (En la santería Iku es la muerte) "Iku esta rondando mi casa", gritó de nuevo. "Iku quiere tomar a mi único hijo, mi hijo pequeño. Iku a enviado una fiebre y lo va a matar si no hacemos algo." Ella comenzó a llevar a Orunmila de regreso a su casa. "Tenemos que darnos prisa", dijo entre sollozos. "He dado la espalda. Iku puede entrar en mi casa ahora mismo para llevar a mi hijo." Orunmila le sonrió y le dijo: "No llores, mujer buena." "Pero, ¿qué debo hacer? Usted tiene que ayudarme", dijo. Orunmila le palmeó la cabeza para calmarla. "No te preocupes", dijo. "Ve al mercado y compra cuatro canastas llenas de okra y llevalas de vuelta a tu casa." "¿Qué pasa con mi hijo?" dijo la mujer asustada. "Voy a ir a su casa y asegúrese de que Iku no se vaya", dijo Orunmila. "ve al mercado en paz". La mujer siguió el consejo de Orunmila. Ella fue al mercado y compró tres cestas colmadas de okra. Cuando llegó a casa, sin aliento por haber corrido con los tres canastas, se encontró con Orunmila esperando por ella. (En la santeria, quien acata los consejos de orula puede salvarse del mal) "Aquí están las cestas", dijo. "¿Qué vas a hacer con ellas?" "mmm", dijo Orunmila. "No tengo tiempo para explicaciones." Él tomó las cestas de la mujer, entró en la casa y exparcio el contenido de los cestos en todo el piso hasta que fueron cubiertos por una gruesa capa de okra. Le entregó las cestas de nuevo a la angustiada madre. "No te preocupes, madre," dijo. "Iku no será capaz de hacer a su hijo daño alguno". Agotada por el largo camino del mercado y el temor y la ansiedad que no le había permitido dormir durante días, la madre se desplomó en un catre y se durmió. Mientras dormía, la fiebre del niño se elevo. Iku estaba pensando que ya era hora de quitarle el niño, por lo que hizo que la enfermedad empeore. Iku se acercó a la puerta y encontró que estaba sin seguro y que no estaba cerrada del todo. La muerte se deslizó a través de la grieta, apresurándose para llegar al niño antes de que la madre se despertara. Iku cruzó la habitación con su firma habitual y los pasos en silencio. Sin embargo, cuando sus tacones duros y huesudos dieron un paso en la okra, el fruto se abrió. Iku se resbaló y cayó. Todos los okra en el suelo ocacionaron que Iku se deslizara de un lado de la habitación a la otra. La savia era tan resbaladiza como el jabón. "Que es esto?", exclamó. Y, antes de que pudiera decir nada más, sus caderas huesudas cayeron al suelo, moviendo todas sus articulaciones sueltas. Iku tuvo que excavar a través de todo el desorden de okra para encontrar uno o dos pequeños huesos que se habían desprendido. Se abrió paso con mucho cuidado hasta la puerta. En el exterior, Orunmila esperó. "¿Cómo está esta tarde, Iku?" -le preguntó con mucha cortesía. "Maldito seas, Orunmila", escupió. "Yo sé que todo esto es tu culpa. Maldito seas y aquella maldita que fue a conseguir tu ayuda." "¿Vas a venir otra vez?" Orunmila le dijo a Iku que cojeaba por el camino. Ella se volvió y le dio una mirada diabólica. "¿Estás loco?" dijo. "Yo voy a esperar mucho tiempo para asegurarme de que la okra se ha ido."



Pataki de Obatala-Orún

Pataki de Obatala: 

En un principio existían 16 Obatalá-Orún que se reunieron en uno solo para formar a Olorún por lo que es éste quien los representa. Esta unión se produjo en la tierra Irán-Yé o “tierra de la buena suerte”, la cual “es la parte más alta y caliente, donde se solidificaron las cosas todas”. Cuando Olordumare bajó al mundo, se hizo acompañar de su hijo Obatalá. Debajo del cielo sólo había agua y Olordumare le entregó a Obatalá un puñado de tierra metido en el carapacho de una babosa y una gallina. Obatalá echó la tierra formando un montículo en medio del mar y luego al colocar la gallina, ésta comenzó a escarbar la tierra esparciéndola y formando el mundo que conocemos. Aún cuando se sabe que fue Olofi el que hizo al hombre, en esta creación faltaba la cabeza y, por tanto, la dirección. Según la leyenda por encargo de Olorún, Odduddua le hizo la cabeza pero con sólo un ojo colocado en la frente, entonces continúo la obra Iba Ibo, agregándole la boca, la voz y la palabra, al reparar que sólo tenía un ojo, como él mismo, le abrió el otro. Cuando termino la obra Olorún sopló sobre el cuerpo del hombre y el corazón hizo “fuquefuque”, y el primer hombre se movió. Dicen que Olofi expresó “Aquí queda mi omo, mi heredero, Ologún, el mundo, para que lo respeten y obedezcan. Que todos lo hagan Odubade”. Es, por tanto, considerado Obatalá (a través de Olorún, quien lo representa) el escultor del ser humano. Es el dueño, como creador y regidor, de todas las partes blancas del cuerpo, de la cabeza y de los pensamientos. Creó todo cuanto hay blanco en el ser humano: los senos, la dentadura (se dice que los albinos son los hijos legítimos de este orisha). Es Dios amigo de la paz, la armonía y la recta conducta. Cuando un orisha no se calma (lo cual sucede a menudo con Changó) se debe de postrar delante de la imagen de Obatalá e invocarle para pedirle la calma, la paz, Obatalá logra calmar no sólo a Changó, sino al propio Oggún. Según los conocedores de las leyendas de la Regla de Ocha, a pesar de su gran sentido de justicia, Obatalá tiene muy consentidos a Changó, Elegguá y a los Ibedyi. Los muchachos y Elegguá hacen uso con el de sus juegos y picardías, con Changó, llega un momento en el que no se entromete en sus asuntos. 



Cuando Shango Respeto a Oggayu y Oshun

Cuando Shango Respeto a Oggayu y Oshun 

Oshun vivía con shango y este le hacia pasar muchos trabajos y le daba golpizas tremendas y le hacia trabajar para el. Ella cansada de la vida que le hacia llevar shango, fue un día a la orilla del rió que había sido su casa y se encontró con un hombre grande y fuerte, que le prometió amores.Este era Aggayu. Ella, trastornada por aquel porte de fuerza viril y de sus avasalladoras palabras, cuando regreso a la casa se quedo pensando en este y al día siguiente volvió a encontrarse con Aggayu de nuevo, a quien, al requerirla de nuevo, no pudo resistir el asedio y cayó en sus brazos. Así paso el tiempo, ambos amantes corneaban a Shango, hasta que un día los sorprendió y se entablo una guerra entre Shango y Aggayu por la posesión de Oshun. Aggayu fue a verse con Orumila, quien le vio este Ifa y le dijo, Maferefun Oshun . le marco Ebbo y le dijo a Aggayu. Para que todo vuelva a la normalidad. tienes que invocar a dos Orishas de Ara Onu que los ancestros del rió, que se llaman Irole e Ita, los que te ayudaran. Aggayu así lo hizo, con los dos gallos del Ebbo, llego a la oorilla del rió e invoco a estos dos Orishas. Ita salio de una mata de jaguey e Irole de una mata de algarrobo. Con ellos Aggayu pacto y le dieron el poder de ser invencible. Demostró su poder sobre la tierra, a lo que Shango respeto. y así Aggayu y Oshun pudieron seguir viviendo en el rió con tranquilidad



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miércoles, 28 de octubre de 2015

Oya salvo a Chango de que lo Mataran

Oya salvo a Chango de que lo Mataran 

 Se dice que cierta vez, Oggún le había tendido una celada para matarlo, pero que llegó a oídos de Oyá este plan y ella fue a ver a Shangó y se lo dijo, proponiéndole vestirlo con sus sayas de 9 colores y cortarse sus trenzas y vestirlo de mujer. Él aceptó la proposición; ella lo vistió, consiguió un caballo blanco y un gato, montó a Shangó en el caballo, le puso el gato en la cabeza y echó a correr a Shangó vestido de mujer por donde estaba Oggún, al Oggún ver aquellos dos focos de candela venir hacia él, huyó despavorido creyendo que era Oloni (diablo). Así es como es de donde surge un mito o leyenda de que Santa Bárbara (Shangó) es 6 meses hombre y 6 meses mujer. También es por ese motivo que Oyá es la concubina preferida de Shangó. Segunda Ves que OYA Salvo a Chango Hace muchos años, Shango se vio envuelto en una de sus guerras sin fin. Había luchado durante muchos días y mató muchos de sus enemigos, más de los que podía matar. Se encontró rodeado por sus enemigos en medio del bosque. "Enchile", gritó Shango, pero su famoso caballo mágico se había perdido durante los combates. Shango tuvo miedo de gritar de nuevo ya que lo podían encontrar. Oyó a sus enemigos acercarse en los arbustos y estos sacudían los árboles para encontrarlo. Si lo hicieran, lo iban a matar. Sin Echinle, Shango tuvo que escurrirse a través de barrancos y cubrirse de lodo del río para esconderse de sus enemigos. Los días pasaron. Sus implacables enemigos no dormían nada. No comían con tal de encontrar a Shango y Matarlo. Shango, cansado y herido, tuvo que seguir corriendo sin dormir y sin comer. Shango es el Orisha del rayo, del trueno y del Baile. Uno de los Orishas Mayores de la Santeria Corrió y corrió hasta que llegó al lugar donde vivía Oyá. Era muy profundo en el bosque. Muy pocas personas sabían que Oya era la esposa de Shango. Shangó vino a casa de Oya y golpeo fuertemente la puerta. Lo abrió y vio a Shango con moretones, cortadas y jadeante. "¿Qué te ha sucedido?" gritó Oya. "Oya, me han rodeado," jadeó Shango. "Ellos me quieren colgar de un árbol." "Entra, rápido". dijo Oya, Shango entro rapidamnete en su casa. "Mi rayo no es efectivo en contra de mis enemigos de hoy", dijo Shango a Oya. "Eso es porque te falta el coraje de luchar", le regañó Oya. Oya le dio agua y algo para comer. "No es el coraje que me falta", dijo Shango. "Estoy muy cansado". "Qué quieres de mí?» dijo Oya. "Si yo pudiera escapar de mis enemigos mortales, podría descansar y dormir." dijo Shango-. "Me gustaría recuperar mis fuerzas y destruir a mis enemigos." "¿Por qué es que sólo viene a verme cuando necesita ayuda?" Dijo Oya. En aquellos tiempos antiguos, Shango estaba acostumbrado a luchar por sí mismo, pero se tragó su orgullo. "Ayúdame, Oya". Oya pensó por un momento y luego volvió a su esposo. "Cuando caiga la noche", dijo. "Usted se colocará uno de mis vestidos. El disfraz le permitirá escapar." "Aun se puede reconocer mi cara", dijo Shango. "Voy a cortarme el pelo para ponérselo sobre su cabeza. Esto completara el disfraz". Oya, dijo. "Voy a cortarme el pelo para salvar la vida de mi rey." Esperaron hasta la noche. Oya no encendio fuego. Tenía miedo de que el humo de su chimenea alertara a los enemigos de Shango y los atrajera a su casa. Cuando el sol se había puesto, pero antes de que la luna se levantara, Oya se cortó su pelo hermoso y lo prendió a la cabeza de Shangó. Shango no sabía qué hacer con el pelo de la mujer. Tapaba sus ojos y se enredaba en sus oídos. Entonces Oya le hizo 2 trenzas largas de cabello. "Esto es un vestido", dijo. "Póngaselo rápido, antes de que la luna aparezca." Shangó consiguió entrar en vestido de Oyá. "Quédate quieto", dijo. "Quédate quieto y deja que te acomode el traje". Finalmente, Shango estaba vestido como una imitación aceptable de Oya. Se dirigió a la puerta y asomó la cabeza. "Date prisa", dijo. "No hay nadie alrededor." Shango salió, imitando el movimiento y porte de Oya. Caminó hasta llegar a la selva y se encontró con la línea de los hombres buscándolo. Saludó a sus enemigos con una inclinación imperiosa de su cabeza y cruzó la línea. No hablo con ellos porque su voz era reconocible. En esta forma Shango fue capaz de escapar de la trampa de sus enemigos. Una vez que él estaba muy lejos de la selva, descansó y durmió, comió y recobró las fuerzas y su voluntad de luchar. También encontró a su caballo Echinle. A los pocos días, descansado y curado, Shango monto a su caballo Echinle. "Es hora de matar", dijo Shango a su caballo y fue a galope a buscar a sus enemigos. Era de madrugada cuando llegó al campamento de sus enemigos. Él vino corriendo hacia ellos. Su furia era terrible de contemplar. Caían rayos de sus manos. Gritó salvajemente como guerrero. Él todavía estaba vestido como una Oya. "Shango se ha convertido en Oya", gritaron sus enemigos con miedo cuando vieron la aparición gritando sobre ellos, de largo pelo suelto y un vestido ondeando al viento. Entraron en pánico. Detrás de ellos, Oya salió caminando de su casa, con todas sus armas, y comenzó a cortarlos de derecha a izquierda con su hacha. Oya tenía ahora el pelo corto y erizado y disparaba chispas eléctricas. "Si ayuda Oya a Shango, hay victoria", gritó ella, cortando brazos y piernas. Shangó y Oya salieron victoriosos. Desde esa batalla, Oya ha sido la compañera inseparable de Shango en la guerra. Con el trueno y las tormentas Shango y Oyá, son invencibles y lo siguen siendo hasta nuestros días. Notas de Oya y Shango: Oyá es la única Orisha que tiene poder sobre los muertos. Ya que es una Orisha compasiva, ha permitido a muchos niños que mueren, vivir como un regalo a sus padres. Los cementerios son conocidos como "ile Yansan", casa de Oyá. Cualquier persona que utiliza cadáveres o partes de cuerpos muertos en sus ceremonias, debe hacer el pago y el homenaje a Oya. Siempre que hay una posesion, Oya es invocada para despedir al espíritu. Sacrificios deben hacerse para asegurar que ella tiene un interés en la materia. Oya es el Orisha de los tornados y las tormentas, los huracanes y las centellas. Los cuatro vientos están dominados por Eleguá, Orula, Obatalá y Oya. Oya tiene una cara tan terrible que cualquiera que la mire puede quedar loco o ciego. En las ceremonias donde desciende Oya, nadie mira a ella. Cuando se tiene a alguien, ella se pone un vestido de crepé de color rojo o un vestido de flores y cintas multicolores tejidos alrededor de su cabeza. Ella sólo baila danzas guerreras. Cuando sus "hijos" entrar en trance, algunos de ellos pueden manejar brasas con sus propias manos.


lunes, 17 de agosto de 2015

La Segunda Guerra de Shangó y Oggún

La Segunda Guerra de Shangó y Oggún 

 El tiempo pasaba y cada día Shangó traía a su mente a oggún, ya que no podía olvidar que por su felonía, había sido criado prácticamente como un huérfano, hasta que un día se vistió de guerrero y montado en su caballo se fue hacia las posesiones de Oggún. Este estaba casado con Oyá, quien al ver a Shangó se quedó enamorada de él; Shangó correspondió a las palabras amorosas de Oyá y se la llevó mientras Oggún se encontraba trabajando; el interés de Shangó era vengarse de la felonía de Oggún; como éste bebía mucho y era muy revoltoso, no le fue difícil a Shangó hacer que Oyá se fuera con él. Shangó se llevó a Oyá a casa de Dadá; ésta tenía a Shangó como a un hijo y él a ella como a una madre; después de Obatalá, ella era la única persona a quien obedecía. Al saber Oggún que Shangó se había llevado a Oyá, le declaró la guerra de nuevo, Así pasaron los días, Shangó antes de irse por la mañana, al combate, tan pronto se levantaba, iba a donde estaba el güirito y metiendo un dedo se hacía una cruz en la lengua, cosa esta que veía Oyá; un día hizo igual cuando Shangó salió por la mañana; al salir Oyá de aquel sitio fue a llamar a Dadá y le salió candela por la boca; se asustó de ella misma y se echó a correr metiéndose en una Palma hueca que había allí cerca, como lo hacía Shangó, aunque éste no corría. Dadá, al ver que el tiempo pasaba y no veía a Oyá, desde casi una hora antes, la llamó; pero Oyá aunque oía, no se atrevía a contestar. Andando Dadá notó que el güirito de Shangó estaba en distinta posición a como él siempre lo dejaba; movida por la curiosidad fue a enderezar el güirito, y con la idea de saber qué tenía dentro metió el dedo por el agujero y tocó, aunque nada vio, siguió buscando a Oyá y distraídamente se pasó el dedo por la lengua; como a cada instante llamaba a Oyá, lo hizo, y también a ella le salió candela por la boca. Asustada, Dadá salió corriendo y se metió en el mismo hueco de la Palma donde estaba Oyá, las dos mujeres se abrazaron y de allí no se atrevieron a salir. Cuando Shangó regresó a su casa llamó a Oyá y a Dadá, ninguna apareció; se dirigió a donde estaba su güirito y vio que no estaba como lo había dejado, por lo que fue entonces a la Palma donde él se metía y allí encontró a las dos, egañándolas. Oggún se preparó mejor en esta ocasión para la guerra y ya Shangó estaba perdiendo, cuando Oyá que estaba viendo la batalla desde lo alto de una loma comenzó a gritarle para prevenirlo y de su boca en vez de palabras, salieron grandes llamaradas de candela, aprovechando la confusión que esto había provocado entre los hombres de Oggún, bajó y se situó al lado de Shangó, obligando con las llamaradas a ponerse en retirada a los hombres de Oggún. Shangó con los truenos, los rayos y los relámpagos y Oyá con la centella, le ganaron la guerra a Oggún, obligándolo a ir al monte, donde Shangó un día lo encontró vestido de colorado y se asustó, entonces le quitó la ropa y se la puso, vistiendo a Oggún con mariwó (guano). Por eso hasta hoy se puede decir que donde quiera que haya un caballo de Oggún y uno de Shangó, es seguro que en ese cabildo o fiesta habrá tragedia entre esos dos santos.



domingo, 9 de agosto de 2015

La Primera Guerra de Shangó y Oggún

La Primera Guerra de Shangó y Oggún 

Oyá había salido como todas las mañanas a la Plaza a poner su venta de frutas, todas ellas frescas, como se las había dado su padre Olofi, para que las llevara al mercado. Como de costumbre llegó temprano y comenzó a pregonar sus mercancías. Cantaba con una voz tan dulce y acariciadora que hacía que todos vinieran a comprarle sus productos. Oyá era una negra muy linda, alta, de grandes ojos, cuerpo bien proporcionado, sus pechos desnudos y erectos, y una piel tersa que le brillaba bajo los rayos del Sol. Al lado del puesto de Oyá, tenía Oggún su herrería y estaba perdidamente enamorado de la muchacha. Ese día había decidido declararle su amor y para esto decidió hacerle una corona con rayos de hierro, al terminar el día había confeccionado la corona más hermosa que jamás se hubiera visto, adornada con siete rayos de hierro.Shangó que por aquella época aún era adivino, vio lo que estaba haciendo Oggún, fue a la Plaza y le contó todo a Oyá, mientras le declaraba su amor, diciéndole que su problema era que como estaba tan pobre no se atrevía a decirle nada, pues todo lo que poseía eran siete caracoles de adivinar y seis otanes rojos que tenía desde que era un niño. Oyá le respondió que ella también lo amaba a él, que no le importaba que fuera un hombre pobre. Le dijo que esa misma noche fuera adonde estaba su padre Olofi a pedir su bendición, para que este les diera su ashé y así poder tener muchos hijos. Shangó se marchó contento, hasta la Palma Real donde vivía con su hermana Dadá y se preparó para esa misma noche ir a visitar a Olofi y pedirle a su hija en matrimonio. Oggún que estaba en las cercanías lo había escuchado todo y se puso como un loco por los celos, diciéndose que él no iba a permitir que un muerto de hambre como Shangó viniera a quitarle la mujer que él amaba, la cual convertiría en su obiní de todas formas. Cerró su herrería y se fue a casa de un quimbinsero, a quien le pidió consejos para resolver la situación. Este le pidió un adá, dos malú, veintiuna hierbas y ciento un palos, diciéndole que se fuera tranquilo a su casa que esa noche Shangó no iba a poder asistir a la casa de Olofi. Tan pronto Oggún le entregó al quimbinsero todo lo que le había pedido, éste se dirigió al lugar donde vivía Shangó, llevando un machete embrujado en la mano, tocando cuatro veces en la puerta. Salió Shangó a contestar y al ver al quimbinsero le preguntó: «,iQué quiere en mi casa? Este le respondió: «Vengo a hacerte un favor muy grande.» «,Tú, favores a mí?», lo Pregunto Shangó. El quimbinsero le respondió: «Sí, yo mismo, he venido a decirte que Oggún fue a verme para que te hiciera una hechicería y no te puedas casar con Oyá.» Shangó sospechando una traición, le preguntó: «,Y por qué me lo has venido a contar?» Pues porque Oggún sólo me ha dado un pollo flaco, pero si tú me haces un favor que necesito y me das más que Oggún, Oyá será tuya.» Shangó seguía desconfiado, pero más pudo el amor que latía en su corazón, que su cabeza y sin volver a reflexionar le preguntó al quimbisero qué tenía que hacer. El viejo le dijo: «Necesito que vayas al monte y me traigas estas hierbas y palos que necesito para hacer mis trabajos, pero debes cortarlos con este machete.» Sin volverlo a pensar, Shangó cogió el machete y se dirigió hacia el monte, tan pronto se internó un poco, levantó el machete para cortar unos palos y éste se convirtió en madera, mientras todo el bosque se ennegreció completamente. Shangó que era un hombre que no le temía a nada, se paró y gritó. Nadie le contestó, pero los árboles y bejucos avanzaban hacia él con malas intenciones. Sin amilanarse, Shangó cogió el machete convertido en palo y arremetió con todas sus fuerzas contra las ramas y arbustos que querían cercarlo. Sudaba copiosamente, a veces le fallaban las fuerzas, pero mientras ás le cerraban el camino, con más fuerza golpeaba. Así transcurrieron muchas horas de constante batalla, hasta que logró llegar a un lugar por donde pasaba un arroyuelo. Al llegar aquí las ramas quedaron un poco detrás y Shangó sin pensarlo dos veces se lanzó a las aguas, bebiendo abundantemente y lavándose las heridas. Nadó un largo trecho, hasta llegar a un lugar en que había tranquilidad. Al salir del agua para descansar, sintió una voz de mujer que le hablaba desde el centro del arroyo y le decía: «Yo soy la dueña de las aguas que te han salvado la vida, mi nombre es Oshún. A cambio de lo que he hecho, tu tendrás que salvar otra vida. Camina siempre hacia el sur y hallarás tu destino.» Shangó se incorporó y vio un pequeño camino que se dirigía hacia el sur y sin vacilar tomó por él. No había caminado mucho, cuando le pareció sentir una voz que se quejaba lastimosamente. Se detuvo para poder escuchar mejor y orientarse, y ya no le cupo dudas de que alguien delante de él estaba solicitando ayuda. Apresuró el paso y a los pocos minutos se encontró frente a un hombre aparentemente malherido. Se le acercó y al voltearlo vio cómo le faltaban la pierna y el brazo izquierdos, desde hacía tiempo, sobre la ceja izquierda le sangraba una herida profunda que no le permitía ver el ojo. Lo recostó contra una ceiba y tomando una güira que había cerca, preparó una cataplasma a base de hierbas frescas y savia de bejucos, poniéndosela sobre las heridas con la ayuda de una hoja de plátano. Shangó se sentó al lado del hombre cambiando a--cada rato la cura, hasta que el hombre se recuperó y al verlo le preguntó: «Quién eres tú?» «Yo soy Shangó», le respondió éste. El hombre sorprendido le volvió a preguntar; «Qué haces aquí?» Shangó le contestó: «Yo soy Shangó y te he encontrado en el medio de este camino en con- diciones bastante malas. Cuéntame, ¿qué fue lo que te pasó?» El hombre le respondió: «Yo vivo en estas selvas, en todo este monte, desde que tengo uso de razón siempre he vivido aquí. Como vivo encaramado en los árboles, a veces me caigo cuando me quedo dormido y parece que esta vez me sucedió lo mismo.» Shangó no le quitaba la vista de las otras partes del cuerpo que le faltaban al hombre y éste que se dio cuenta le dijo: «No te extrañes tanto, yo tengo un sueño bastante profundo. En cuanto a la pierna y al brazo que me faltan, te haré la historia en otra oportunidad, pero dime: ¿qué me pusistes sobre el ojo que me ha cerrado la herida?» Shangó le contestó: «Recogí unas hierbas, las puse dentro de este güiro, las mezclé bien y las envolví con hojas de plátano para colocártelas en las parte enferma.» El hombre agradecido le dijo: «Aunque muchos hombre vienen a mis dominios a coger todo lo que necesitan, tú eres el primero que me ayudas, por lo que te estoy muy agradecido. ¿Dime qué puedo hacer por ti?» Shangó le hizo el relato de todo lo que le había ocurrido y al terminar el hombre le dijo así: «Mi nombre es Ozaín, yo soy el dueño del monte, de todo lo que aquí crece y vive, y de todo lo que en él veas. Vine al mundo por mandato de Olodumare y tengo su ashé. Quien necesita de mí, aquí me tiene, pero a partir de este momento, tú serás el primero a quien yo sirva, para venir a mí, tendrán que contar contigo. Como todo lo que es de madera, o de palos, es mío, el machete embrujado que te dieron, con el que peleaste, seguirá siendo de madera para ti, todos los instrumentos que necesites para trabajar hazlos siempre de madera, porque el hierro que es de Oggún, es tu enemigo y no puedes tocarlo. Coge el güiro con que me curaste y para que más nunca te engañen y sepas lo que traman tus enemigos, todas las mañanas te haces una cruz con las aguas y hierbas que tiene adentro, sobre la lengua, manos y ojos. No permitas que nadie lo toque o lo destape, pues él y los secretos que contiene son sólo tuyos.» Alzó su mano y tomó un loro que estaba posado sobre una rama y continuó: «Toma este loro, ponlo encima del güiro y él te indicará el camino de regreso a tu pueblo. Recuerda que sólo tú puedes destapar el güiro, cualquiera que lo haga sin tu permiso ha de sufrir el castigo de la candela. Vete en paz, con mi bendición y mi ashé. De ahora en adelante yo seré tu Padrino y mi casa es tu casa.» Shangó cogió el camino de regreso guiado por el loro y al llegar a su ilé le preguntó a su hermana Dadá por los acontecimientos de los días que había estado perdido por el monte. Entre otras cosas ésta le dio la noticia de que Olofi le había entregado a Oggún su hija Oyá, como esposa y que éste pasaba el tiempo anagloriándose de haberlo engañado y ganado la pelea por el amor de Oyá. Shangó al oír esto se enfureció y dijo: «Oyá ha de ser mía y Oggún más nunca me ganará una guerra.» A lo que Dadá le respondió: Kabiosile Shangó, kabio sile. Es por eso que cuando truena decimos: «Clueco osí Ozaín», porque la llama es el relámpago y el trueno es la voz de Shangó, que cuando grita todo tiembla, eso es «Guotiloni soró allá». Según grita, así es de grande.



Que son Los Patakis?




Que son Los Patakis?
 

 Los Patakis o Patakys son muchas leyendas sagradas de la religión Lucumí. Cuentan la historia de los orígenes de los Orishas, las relaciones que tenían y los diversos papeles que desempeñaron en la creación del mundo y de la humanidad. Todos los patakis tienen un mensaje especial para quien se lo dirige, ya que puede tener similitudes con la vida de cualquier persona… Los patakis son usados como Refranes para dar algún consejo u enseñanza y muchas veces tienen una exacta relación con sucesos que acontecen en nuestro caminar por la vida… Muchos de estos cuentan la vida de los orishas, sus relaciones con otros santos y la forma en cómo han ganado el lugar que a cada uno corresponde. Elegua Salvo a Olofi. En una ocasión Olofi estaba muy enfermo y no se conocía por que empezó a enfermar o de donde provenía tal enfermedad. Entonces todos lo Orishas al enterarse que Olofi se encontraba débil y enfermo acudieron a su presencia para intentar curarlo pero todos los intentos de los Orishas fueron en vano ya que Olofi no mejoraba. Elegua al escuchar tal tragedia le pidió a su madre que lo llevara ante Olofi afirmando que él lo curaría, una vez ante su presencia Elegua preparo un brebaje que pidio a Olofi que lo tomara. Olofi lo tomo, haciendo una mueca en su cara por que el brebaje era muy amargo y desde ese día Olofi comenzó a recuperarse y fortalecerse, entonces Olofi le dijo a Elegua: >>>Siendo tu el más pequeño de mis Orishas y mi mensajero, desde ahora serás el más grande en la tierra y en el cielo y sin tu permiso no se podrá hacer nada<<< En ese momento Olofi le entrego a Elegua la llave de todos los caminos que tiene la vida.